Cuando mamá se fue
Tenía 14 años cuando acompañé a mi papá a dejar a mi mamá a la parada del autobús. Ella se subió sin mirar atrás y yo la vi partir sintiendo que no iba a volver, y así fue.
Eran cerca de las 21:15 horas cuando llegué a casa de la secundaria, iba en el turno vespertino. Entré a la recámara de mis papás, y mi mamá estaba preparando su maleta. Se me hizo extraño porque mi mamá no solía salir mucho y menos tan tarde. -¿Y ahora? ¿A dónde vas?, le pregunté. La preocupación, incertidumbre y los nervios se veían en su rostro.
Minutos antes acababa de recibir una llamada de su cuñada diciéndole que mi abuela no podía respirar y la llevaban al hospital. Su respuesta fue: “Me voy a ver a tu abuela porque se puso mal". Sentí un escalofrío en el pecho mientras la veía terminar su maleta.
A las 11:30 pm ella se estaba subiendo a ese autobús que casi la deja. Se bajó rápido del coche para poder irse tan rápido como su corazón acelerado le pedía. Todo fue tan rápido que no hubo tiempo de una despedida o un abrazo.
Esa noche mi mamá se fue para cuidar de su mamá, mi abuela Rosa María. Nuestras vidas cambiaron. Me quedé en casa con mi papá y mi hermano. Me sentí sola, abandonada y no sabía qué hacer a esa edad y ante esa situación.
Una mañana mientras desayunaba cereal, se desbordó el mar entero en mis ojos al ver que estaba sentada en la mesa con sillas vacías. No pude terminar el bocado y hubo una necesidad de sacar lo que en ese momento sentía.
Hubo algo dentro de mí que me hizo levantarme de la mesa, ir por una libreta y una pluma, así empecé a escribir. Sentí que no había con quien hablar, que todos estaban tan ocupados en el trabajo, en la escuela y cuidando a mi abuela.
Desde ese momento en el que sentí que se me cerró el mundo, la hoja en blanco se convirtió en mi compañera.
La escritura me rescató de ese sentimiento de abandono y la herida que dejó en mí, del caos en mi interior. Desde aquel día, la escritura se convirtió en mi confidente más fiel, en mi herramienta más poderosa, en mi refugio y mi fundamento. A través de ella, he logrado liberarme, comprendiendo mi historia y mis cicatrices.
Hoy puedo contemplarme a mí y a mi mamá desde una perspectiva distinta, reconociendo que a menudo somos niños atrapados en cuerpos de adultos.
Me refugié en la escritura porque mi corazón necesitaba sacar, de alguna manera, todo lo que sentía y no sabía dónde acomodarlo. En una pluma y en hojas en blanco encontré refugio y contención.
La escritura también me ha regalado el espacio para poner en orden el caos interno. Me ha regalado muchos senderos para caminar y apreciar el valor que tengo por simplemente ser yo. La escritura ha sido mi propio espejo, uno tan claro y tan perfecto para poder reconocerme y rencontrarme.
Quería sentirme amada, completa, viva, escuchada. Suficiente, valorada, libre y acompañada. Entonces empecé a escribir para sanar.
La escritura ha sido mi techo y mi cielo, las alas y las raíces de mis sueños. Esta herramienta de sanación me ha acompañado en los momentos más dolorosos y también en los más mágicos, ha sido el camino de regreso a casa, de regreso a mí.
Creo con el corazón en la magia que sucede cuando escribimos. Si deseas descubrir el poder sanador de la escritura como herramienta de sanación, estaré impartiendo el taller en línea Escribir para sanar a tu niña interior el domingo 05 de mayo.
Durante 3 horas dedicarás espacio para conectar con tus emociones y con las heridas que hoy te alejan de tu brillo y de tu poder. En este tiempo aprenderás a:
Identificar las heridas que hoy te alejan de tu luz, de tu brillo y de tu fuego.
Darle su lugar a tu niña interior.
Resignificar tu historia.