¿Cuántos de nosotros al empezar nuestros proyectos o emprendimientos intentamos escondernos? Esa pena o vergüenza que nos da hacer algo distinto, tal vez algo completamente nuevo y diferente a lo que creemos que nuestra familia espera.
Después de un año de haber hecho un salto de fe, me atreví a compartir mi verdad con las personas que me dieron la vida y me han enseñado a vivirla: mis papás.
Esconderte por miedo al dolor
Cuando renuncié para elegirme, decidí no compartirle a mis padres sobre esta decisión. Algo me detuvo durante todo ese tiempo de contarles lo que había estado haciendo: el miedo a ser juzgada, a decepcionar, a que ciertas inseguridades o emociones se detonaran de nuevo.
Tenía miedo a sentirme cuestionada con preguntas que no estaba lista para responder o a dar explicaciones que no existían. La lista de las “razones” según mi diálogo interno, era larga. Para ellos seguía trabajando en un empresa, sin saber que era la mía.
Meses atrás, había estado enfocando mi práctica de escritura en reajustar, limpiar y soltar lo que necesitara ser liberado. Me hice preguntas que se fueron contestando con mensajes y frases, mismas que me corroboraron que los movimientos que pensaba hacer eran los que necesitaba tomar.
Con el corazón abierto y las emociones a flor de piel, me armé de valentía para salir del closet con mis padres. La mejor manera y la más segura para mi: la escritura.
La culpa se hizo presente
No negaré que el sentimiento de culpa me invadió por mentir durante muchos meses, pero también logré diluirlo con la escritura. Estaba procesando una nueva vida, aprendiendo a ser responsable con mis propias decisiones y a conocer una nueva faceta de mi. No quería enfocarme en otra cosa más que en mi propio proceso, y por eso decidí protegerlo de la manera que pensé era la mejor y la que me hizo sentir segura.
Sabía que en algún momento tenía que compartirlo, y que no tenía que obligarme o forzarme a compartir lo que aun no estaba lista para compartir.
La calma y seguridad que da el papel
Escribir una conversación que quiero o necesito tener antes de tenerla con la persona, me ayuda a no dejarme guiar por mis emociones, a organizar mis pensamientos e ideas y a tener mayor seguridad y firmeza al hablar. También a prepararme física, mental y emocionalmente, a diluir todas las expectativas de las respuestas. Bajar barreras para mantenerme lo más que se pueda en mi centro.
Quería escribirle a mis papás cartas que se sintieran conversaciones con la intención de expresarles mi agradecimiento, amor y expresión, sin caer en historias del pasado contadas desde una perspectiva negativa o desde la niña herida.
Así que antes de escribir las cartas, me despojé de todo lo que no quería incluir haciendo un ejercicio: cosas que me hubiera gustado… tanto de mamá y de papá. Este ejercicio me ayudó a dejar a un lado al ego y enfocar mi energía con intención.
Escribir ambas cartas me tomó tiempo, días entre una y otra. Desnudar tu vulnerabilidad y tu alma, es complejo y, en mi caso, un poco más cuando es con ellos. Me tomé espacio para procesar las emociones que surgieron durante la escritura, y también le di espacio al cuerpo de acomodar lo que tuviera que acomodar. Escribirles fue como un borrador perfecto que no necesitó ajustes ni edición.
Confía en el espacio que te regala la hoja en blanco.
Baja la espada y ríndete al amor
Entre nosotros tres, no solemos abrirnos tanto, cuesta expresar lo que se siente y al menos para mi era necesario compartir(me). Mi cuerpo y mi corazón me lo estaban pidiendo y con la valentía de una guerrera dispuesta a rendirse, saqué la carta en lugar de la espada y me desnudé ante ellos, uno por uno, por separado.
La valentía a veces la tomas para salir y enfrentarte al mundo, a la vida y a su grandeza. Pero, también hay que tomarla para hacer las paces contigo misma y tu batalla interna, solo así puedes rendirte al amor y compartirte desde ese mismo lugar.
Toma la valentía para salir del closet que tú misma has construido con la información que has recibido, que has interpretado y con la verdad que solo tu conoces.
Tu caparazón, como todo, tiene su luz y su sombra. Es el escudo de tu verdad porque puede defenderla, pero también esconderla. Esa coraza te protege del mundo exterior, resguarda tu esencia, sin embargo, también puede aislar tu verdad, ocultándola de aquellos que merecen conocerla.
Conectar con la sabiduría de tu corazón te muestra los momentos en los que necesitas ser protegida por tu caparazón y aquellos en los que es seguro mostrarte al mundo y dejar de esconderte.
La coraza es un refugio temporal. Para que tu verdadera naturaleza pueda florecer, pese a los juicios y el caos del mundo exterior, hay que abrir el caparazón.
“La luz del sol es el resultado de sus miles de rayos”.
Paulo Coelho
Sin los rayos, tu luz no tendría la fuerza ni el brillo que la hace resplandecer. Al final, tu caparazón te protege pero también te puede aislar. Puede ser el testimonio de tu resiliencia y también la amenaza de tu autenticidad.
Tal vez la lucha nunca existió afuera. Una guerrera no se esconde, se presenta con valentía ante la vida aunque su batalla sea con ella misma. Una guerrera jamás dice un “sí” con los labios cuando su corazón le dice lo contrario.
-Mon ✨
El valor de elegir
A veces el tiempo me alcanza y me dice: “Es hora de ir a la cama”. Hay días que aún sintiéndome exhausta y cansada, la energía me lanza sin pensarlo tanto, sin darle tantas vueltas a algo que se siente nato.