Regalos de la naturaleza
Tengo un pequeño patio trasero que poco a poco se ha ido llenando de plantas y flores. Algunas han sido regalos, otras adquisiciones y otras milagros.
Creo fielmente en la existencia de esos pequeños milagros que el universo nos regala cuando estamos receptivos, cuando nuestras almas están sintonizadas con su melodía.
Los llamo mensajes, porque eso son: símbolos vivientes de vida, de evolución, de resiliencia y renacimiento.
La naturaleza, con su sabiduría infinita, es la gran maestra, la doctora genuina e intuitiva quien nos cura con su medicina.
Fue en enero cuando me di cuenta que una hierba estaba creciendo en una maceta que había sido olvidada por algún tiempo. En ella, una hierba había decidido desafiar las probabilidades y crecer entre piedras y otras hierbas. Pensé en removerla, pero mi instinto me dijo: Espera.
Me han enseñado que la hierba se quita porque entorpece o interfiere en el proceso de la planta en cuestión. Esta hierba despertó curiosidad en mi, se veía distinta a las demás, así que preferí dejarla seguir su curso y no arrancarla de raíz.
Cada mañana, al asomarme al patio, era testigo de su lucha por la vida, de cómo crecía en una cubeta que había tomado como maceta, llevaba meses sin abono, llena de piedras y otras hierbas. Su perseverancia y resiliencia por mantenerse firme incluso ante los fuertes vientos.
La incertidumbre me preguntaba: ¿Qué será?
Empezó a salir un capullo, al parecer rojo, lo cuál despertó más mi curiosidad y me deseo de conocerla y que floreciera. Fue un motivo más para salir al patio y estar más atenta a mi jardín.
Los tallos comenzaron a crecer y a tornarse de rojo intenso como el betabel, el cuál semanas antes había comenzado a comer.
Cuando el capullo por fin emergió con mayor grandeza, me acerqué con curiosidad, dispuesta a observar, y entonces lo supe.
Era esa flor. Era un mensaje del pasado, un regalo de la versión de mí misma.
Sentí gran emocional al descubrirla, fue un regalo de noviembre, de esa versión pasada que ha descansado poco a poco y profundamente.
Tal vez un regalo de mi propia muerte.
Un regalo envuelto en milagro, en color purpura. Sus flores han resaltado aún más lo que va de marzo.
Quizás, en su belleza, se escondía el eco de mi propia transformación, un recordatorio de la vida que fluye en cada momento.
Su textura y color púrpuras resaltan entre todas las plantas de mi jardín, la mayoría verdes en diferentes tonalidades. Su intensidad, ilumina un inicio lleno de fuerza y poder.
“[…]en el momento en que nos inclinamos hacia la luz, la oscuridad dentro de nosotros se resiste a ella”.
Gabby Bernstein
Todo está conectado.
Nada es casualidad, al menos no para mi.
Aun no logro comprender cómo llegó esta flor a esa maceta. Mi mente busca explicaciones lógicas: tal vez fue por las flores del altar que composté, pero ¿cómo habrían llegado hasta aquí? La maceta ha sido ignorada durante meses, sin atención alguna...
La llegada de esta flor a mi jardín es símbolo de renacimiento, algo dentro de mí me dijo que no era una hierba cualquiera.
Su color púrpura me viene a recordar la dicha de ser quien soy. Me viene a conectar con mi luz, a guiar de regreso a mi propia tierra.
Esta flor encarna el eterno ciclo de la vida y la muerte, recordándome las múltiples versiones de mí misma que han moldeado mi camino hasta aquí.
Es un milagro hecha flor de terciopelo.
Un tributo a mis raíces más profundas.
Mucho de la vida es poder honrar nuestros procesos y reconocer nuestros triunfos, valorarnos por los frutos que hemos cosechado, algunos sin darnos cuenta.
Permítete disfrutar de la vida misma con mayor curiosidad, gozo y plenitud. Te veo el próximo sábado 16 de marzo de manera presencial en la librería El Vitral. Si quieres Escribir para sanar y flore~ser te dejo la info aquí abajo.
-Mon 💜