Cada domingo después de mi rutina mañanera y de compartir desayuno con mi pareja, escribo este Monday. Hoy ha sido diferente. Lo he postergado hasta la tarde, curioso, estoy a días de menstruar y leyendo un libro que me está moviendo todo y sacando algunas olas del mar que llevo dentro.
Sé que todo está conectado. Que la oscuridad se hace más viva y más presente en estos días. El duelo por el que pasa el cuerpo cada mes es hermosamente revelador. Tanto, que he tenido que darle voz a mi cuerpo porque él sabe cosas que apenas estoy descifrando. Un lenguaje extraño para alguien que está aprendiendo un nuevo idioma: el cuerpo.
Redescubrir el cuerpo
Ayer encontré una enciclopedia que compró mi mamá cuando yo estaba en primaria. Nunca la había leído hasta ahora. Busqué el tomo de Biología y después de algunos minutos terminé de leer. Me asombré. ¿Todo esto soy? ¿todo esto vive dentro? ¿todo esto funciona? Woo.
Creo que siempre lo he dado por hecho, me refiero al cuerpo, ya sabes: el corazón late, la sangre corre por las venas, los pulmones se inflan y todo eso. En esa enciclopedia me reconocí entre nombres raros y algunos difíciles de pronunciar, entre imágenes que dan una que otra referencia.
Me sentí tan agradecida porque creo que nunca antes había visto con tanto interés, pausa y curiosidad todo lo que mi cuerpo es y hace por mí. Reconocer partes que ni si quiera sabía que existían. Descubrir que la pelvis tiene forma de mariposa. ¡Qué belleza!
Mutar no Mutear
Darle voz al cuerpo. Tan simple como eso. Escuchar tu voz para apreciar el silencio.
Mutar no es apagarnos ni escondernos; es transformarnos, florecer en el momento justo, aunque a veces no sepamos cómo serán nuestras nuevas alas. Mutear es dejar de escucharnos por miedo, por ruido externo, o porque tememos que lo que descubramos sea demasiado incómodo de sostener.
Es un arte suave, este de transformarse sin perderse, de escucharte hasta el fondo, para entender que el silencio también es un lenguaje.
No se trata de borrar, sino de reescribir con el pulso de quien aprende a nombrarse de nuevo.
Deja que tu piel mude, así como el árbol suelta a sus hojas. Porque mutar es la manera de permanecer.
Cambiando lo que se deba cambiar
He pensado en todas las veces que he mirado mi vida y he sentido que algo necesitaba ajustarse: una palabra no dicha, una relación que asfixiaba, una rutina que ya no hacía sentido, una decisión que no debió ser tomada (¿o sí?). Leí por primera vez la palabra de Mutatis mutandis en Contraforma, y significa ese susurro que dice: "Es hora" y aparece cuando estamos listas para el cambio.
Cuando escuchas de verdad, aprecias el silencio, y en el silencio encuentras claridad. Claridad es lo que necesito, o puede que no, pero es lo que pido. Tal vez la voz de mi cuerpo me dice que es algo que también se debe cambiar: dejar de pedir claridad cuando simplemente, en su momento, llegará.
Cambiar no significa borrar nuestra historia ni desdibujar las huellas que hemos dejado en el camino. Cada experiencia, incluso si parece insignificante o dolorosa, es parte del tejido que nos compone. Cambiar lo necesario es un acto de respeto hacia nosotras mismas: hacia la persona que somos hoy, con todas nuestras imperfecciones, aprendizajes y fortalezas.
El cambio no es una negación. Es un gesto de valentía que implica mirar al pasado con compasión, entenderlo, y a la vez, no aferrarnos a él como si fuera el único molde posible. Cambiar es abrirnos a la posibilidad de ser algo más, algo nuevo, o quizás algo olvidado.
A veces, significa recuperar partes de nosotras que dejamos atrás. Tal vez fuimos esas versiones en otra vida, o en esta misma, antes de que el miedo o las expectativas nos moldearan. Cambiar, es un acto de reencuentro. Es recordar quiénes éramos antes de que el mundo nos dijera quién debíamos ser.
También puede ser un salto de fe hacia lo desconocido: atrevernos a ser alguien que no hemos sido nunca, abrazar las alas que están en proceso de desplegarse, aunque no sepamos aún a dónde nos llevarán. Porque cambiar es atrevernos a ser, plenamente sin miedo a soltar lo que ya no nos pertenece.
La vida está llena de momentos que nos invitan a mutar. A veces, los cambios llegan como un rugido, otras como una brisa sutil. Pero siempre traen consigo la oportunidad de reconstruirnos, de hacer espacio para lo nuevo, para lo auténtico.
Y aquí estoy aprendiendo a escuchar a mi cuerpo. Hoy quiero invitarte a que pienses en eso que, desde hace tiempo, está pidiendo ser transformado. Puede ser un hábito, una perspectiva, una relación o incluso el modo en que te hablas a ti misma. Tómate un momento, respira, escribe, dibuja, pinta…
Haz un compromiso contigo misma: cambiar lo que se deba cambiar, en tu tiempo, a tu ritmo, con amor. Siempre con amor.
Porque al final del día…
El cambio no es un acto de renuncia, sino de valentía.