A veces, cuando algo me detona o la vida me desafía, me encuentro preguntándome: ¿A dónde se va lo que he avanzado? ¿A dónde me voy?
Sé que ese es el ego, el que todo lo toma personal, el que ve lo malo en los demás y señala lo que falta. El ego extiende las manos, pidiendo lo que aún me cuesta darme a mí misma.
Este ego me aplasta, me hace creer que soy pequeña. Pero he aprendido a identificarlo, escuchar su lenguaje, darle un lugar y hablarle con cariño.
Las heridas, además de doler, son grandes maestras. Son las que me impulsan a volar.
Nací con alas, aunque no lo sabía. Durante años, me dolía la espalda por el peso y la rigidez de no usarlas, como un recordatorio silencioso de su existencia. Me tomó tiempo reconocerlas, desplegarlas y aprender a volar con ellas. Hoy sé que mis alas tienen un propósito: me protegen, me llevan a donde necesito estar y me ayudan a soltar lo que ya no me pertenece.
Las alas como protección
Como una cueva hecha de plumas, han sido mi refugio en los días más difíciles. Lo que antes pesaba y me oprimía ahora simplemente me abraza con un silencio que no exige nada, solo mi presencia, atención y cuidado. En su abrazo encuentro una tregua conmigo misma, y el permiso de sentirme vulnerable y humana. Son un recordatorio constante de que incluso en la fragilidad hay fortaleza. Mis alas ahora saben cómo sostenerme.
Las alas como vehículo
Mis alas me han llevado más lejos de lo que alguna vez soñé. Han sido el puente y el vehículo hacia mi mejor versión, esa que surge cuando dejo de pelear con mi historia y elijo habitarla con amor y valentía.
Gracias a ellas he cruzado caminos que no imaginé que existían, he llegado a lugares donde la magia siempre me alcanza y donde me esperan versiones de mí misma que me reciben con más compasión y ternura. Cada vuelo me recuerda que el pasado no me define, pero sí me impulsa; que puedo ir hacia donde quiera mientras mi corazón esté en paz y echar raíces desde la libertad.
Las alas para soltar
Las mismas alas que me protegen y me transportan, también me enseñan a dejar ir lo que muchas veces creí mío: el peso de expectativas ajenas, los miedos que me anclan y los vínculos que me limitan. Al soltar, me descubro más ligera, más libre, más cercana a la esencia de quien realmente soy.
Soltar no es fácil, es un acto de fe, es como saltar al vacío confiando en que mis alas sabrán qué hacer. Ahí está la magia.
Dolor y libertad: una dualidad
Mis heridas me han enseñado algo importante: primero me detienen, me encojo, me acojono. Pero luego, cuando las observo sin juicio, me doy cuenta de que el dolor no es una prisión, sino un recordatorio de que estoy viva, de que tengo la capacidad de moverme, de transformarme.
Esas heridas que un día me parecieron cadenas, hoy son alas. Con el tiempo, me permiten elevarme, soltar lo que me duele y volar hacia lo que me hace bien.
La escritura como entrenamiento
A través de la escritura, he aprendido a escuchar a mis heridas y a darles un lugar. Cada palabra que pongo en una hoja es una pieza de esas alas que creía rotas o incompletas.
Escribir me ha enseñado que mis heridas no son defectos, son mapas que me guían hacia un propósito más auténtico, y entre más me permito explorarlos, mis alas se vuelven más fuertes, más sabias, más ligeras.
La escritura ha sido el deporte para fortalecer mis alas.
Te invito a que tomes papel y pluma y escribas una carta a tus propias heridas. Pregúntales: ¿Qué me has enseñado? ¿Qué propósito tienes en mi vida? Porque aunque a veces duelen, estas heridas también tienen el poder de llevarte más lejos de lo que alguna vez imaginaste.
-Mon 🦋
Que hermosas palabras, me recordaron que siempre tenemos alas para salir de nuestra obscuridad y que el dolor es un recordatorio para transformarnos.
Que bonitas palabras <3 admiro tu capacidad para transformar todo aquello que viene de la oscuridad en un impulso para observar que hay mas que eso. A mi me cuesta mucho salir de un ciclo de dolor y tristeza, lo cuestiono tanto hasta que pierdo el sentido y estoy en un espiral interminable hacia el fondo. Gracias por compartir.