De chiquita cuando iba en el asiento trasero del coche me llamaba la atención ver los negocios y sus nombres, y me imaginaba cómo se llamaría el mio cuando fuera grande.
Y ahora que soy “grande” te voy a compartir cómo ha sido hasta ahora mis intentos por trabajar en empresas y también por crear negocios.
Como a varias personas, la pandemia fue un espacio para crear en medio de tanto caos. Fui la primera a quien despidieron y mi última quincena no sabía que sería la última. Honestamente aunque me sentí decepcionada por la forma en cómo sucedieron las cosas, también me sentía como una niña con una hoja en blanco y un par de crayones, lista para dibujar.
Detrás de un final hay un comienzo y cada obstáculo en el camino es un impulso.
Empecé con 20.20 bazar, un bazar de segunda mano por instagram y que me ayudó a depurar mi closet mientras ganaba dinero y también a resignificar algo tan básico y sencillo como la ropa.
En este transcurso me di cuenta que no necesitaba mucho, que solo compraba por comprar ropa, por estar a la “moda” o por impulso. Elegir con qué prendas quedarme y cuáles vender en el bazar fue un proceso muy divertido y liberador.
Me encontré con mucha ropa formal porque solía trabajar en una oficina, algo curioso que pensé mientras depuraba mi closet, fue que ya no la iba a necesitar porque esa etapa había finalizado para mi.
Además de negocio, el bazar fue un proceso y un ritual de liberación, desprenderme de esa persona y esa mujer que había construido para encajar fue una decisión que fluyó de manera orgánica y natural.
Después de unos meses, cuando ya se habían terminado la mayoría de las prendas, decidí que ese proyecto había cumplido su propósito. Las prendas que quedaron decidí donarlas, y así le agradecí a 20.20 bazar por acompañarme el primer año de pandemia y por enseñarme que menos siempre es más, y que no necesitar nada atrae todo.
Mientras, me seguía conociendo y explorando. Empecé a experimentar muchas cosas que me permitieron honrar mi creatividad y mi intuición. Tenía mucho espacio y tiempo para dedicar mi energía a esos intereses y sueños.
Empecé a renovar muebles que tenia en casa, incluso los que eran de mis abuelos y estaban olvidados. Fue un pasatiempo en el que tuve que ser paciente y cada restauración me enseñó que así como puedo reinventar un mueble, lo podía hacer conmigo y eso se proyectaría en mi vida.
Así que después de varios meses de jugar a ser carpintera, cree Moncakes, una dark kitchen que surgió del hábito de comer hot cakes de avena, hechos desde mi casa y mi cocina con amor.
Me encantó la manera en cómo llevé y aterricé el proceso creativo. El concepto, el diseño, el naming. Las recetas, la presentación y toda su esencia nacieron genuinamente desde el fondo de mi corazón, y ahí estaba yo una vez más, intentando y compartiendo una parte de mí en un proyecto diferente.

Me sentía muy emocionada y orgullosa de lo que estaba creando pero me ganó mi miedo, los “qué dirán”, mi inseguridad y todas esas heridas que empezaron a reactivarse. También pasaron otras cosas que en ese momento requirieron mi total presencia y energía, por lo que decidí finalizar este hermoso proyecto.
Cuando dudas de ti, de lo que puedes lograr te ganan tus miedos y tus propios juicios, y esos te guían a un camino distinto del que el universo y tu alma han construido y elegido para ti.
Me enfoqué en escuchar y escucharme, también a hacerme caso y a atreverme a navegar mis mares, a nadar, a flotar para sumergirme en la profundidad y así aprendí que no debía “prepararme”, solo bastaba con tomar aire.
Comencé a dudar de mi capacidad y de mis habilidades para emprender sola, y mientras esto pasaba me llegó una oferta de trabajo de una ex compañera de la universidad. Lo vi como la “oportunidad perfecta”, no tenía que ir a una oficina, podía trabajar desde casa o cualquier otro lugar y no había horarios como tal ¿Qué más podía pedir?
En realidad más que oportunidad fue una excusa para distraerme y sumergirme nuevamente en un trabajo que más que acercarme a lo que realmente quería, me estaba alejando más y más.
Tenía esa sensación de no saber si estaba o no haciendo lo correcto. ¿Lo correcto? ¿Qué es lo correcto? No lo sabes hasta que lo haces.
En esta experiencia laboral (antes de pasar a la última), no me sentía segura y cuando no estás segura o dudas del lugar en el que estás es una advertencia de tu alma diciéndote ¿De verdad quieres seguir haciendo esto? Y como la vida y el universo conspiran siempre a favor, no fue necesario renunciar.
Nada es casualidad y todo es un medio para llegar a donde quieres estar.
Pasaron meses y muchas cosas hermosas que dejaré para otro momento.
Empecé a identificar que cada vez que tenía tiempo y espacio, podía conectarme y reconectarme con mi verdadero ser, con ese corazón que siempre ha sabido cuál es su lugar, hacia dónde ir, hacia dónde llegar, y si se pierde sabe cómo regresar.
Para mi, la escritura siempre ha sido el camino de regreso a casa.
Sin embargo, como ninguno de los emprendimientos tuvo “éxito”, se me vino a la mente la equívoca creencia que ese no era mi camino, que tenía que regresar a lo "seguro" y "estable".
Buscaba y buscaba vacantes, salía llorando de las plataformas y aplicaciones de reclutamiento porque no encontraba nada alineado con lo que quería. No encontraba el trabajo de mis sueños y me sentía desesperada.
Me creí tanto el discurso de "no nací para emprender" que me aferré a esa creencia y pensamiento, así que escribí muchas cartas pidiendo un nuevo trabajo.
Fue tanta mi fe y mi confianza en Dios que lo describí a detalle. ¿Y que crees? Sin buscarlo, el trabajo "perfecto" me había encontrado. Me enamoré de la propuesta y de las expectativas, y en menos de 1 semana tuve 2 entrevistas y fue mi ingreso a la empresa en la que trabajo hoy.
Sabía que esta oportunidad iba a ser expansiva en todos los sentidos, que me iba a dar más de lo que yo iba a dar, que me iba a encontrar a personas mágicas que iban a ser mis maestros y me iban a nutrir, y así fue. No hay errores ni equivocaciones porque cada decisión las tomé de manera consciente, estaba más atenta y más presente, y me hice una promesa: “volver a mí si con el tiempo no me resuena”.
¿Te ha pasado que la vida te pone en el mismo lugar muchas veces para que veas lo que tienes que transformar? Pues a mí sí, y así me di cuenta que otra vez había tomado el camino más fácil. Así que tomé la decisión de dar un salto de fe, renuncié a mi trabajo para elegirme a mi, para hacerme responsable de mis sueños y de la vida que quiero.
Renuncié porque no estaba siendo congruente conmigo misma. Renuncié con la certeza de que nuevamente un final trae un nuevo comienzo para mi.
Renuncié con muchos miedos pero jamás con dudas, y confiando en mi, en la vida y en el Universo. Renuncié con los ojos cerrados y con el corazón abierto.
A unas semanas de terminar mi ciclo en esta empresa puedo decir que trabajar con personas que me han brindado tanta confianza, me han inspirado, motivado y empoderado ha sido el mayor regalo.
Hace tres años me juzgaba por andar de aquí para allá, sentía que algo tenía que arreglar o reparar. Me juzgaba por comprometerme cuando en verdad lo hacía solo para encajar o por el qué dirán. Me juzgaba por sentir que en cualquier lugar o empresa me estancaba, pero esa sensación y ese sentimiento era completamente normal porque estaba aceptando lo fácil, lo seguro, lo que tocaba.
Ir de un lugar a otro no es inestabilidad, al menos no para mí. Aceptar esto ha sido aceptarme a mi y ha sido complejo, doloroso, incómodo pero también liberador, recordar que estoy aquí para jugar y honrar a mi niña interior.
Hoy sé que no tengo que ponerme trajes que no son de mi talla porque puedo diseñar el mío e irlo ajustando mientras voy creciendo.
Cuando buscaba un nuevo trabajo estaba evadiendo mi responsabilidad, el hacerme cargo de mis sueños y trabajar por ellos. En cada trabajo estaba escondiendo y reprimiendo mis ganas de explorar el mundo desde mi verdadero don, porque soy una aventurera de la vida, de mi propia vida, y como buena aventurera, disfruto más de los paisajes que de los hoteles, porque vivir mi vida desde allí es como ir a una excursión y que me estén tocando la puerta del cuarto de hotel para ir a explorar la ciudad y preferir quedarme a ver Netflix.
No quiero que se me vaya mi vida deseando otra, quiero atreverme a apagar la televisión, incluso cancelar la suscripción y abrir la puerta, pero esta vez no será la puerta del hotel, será la puerta de la vida que ya es mía, esa vida que me está esperado con los brazos abiertos todos los días.