Hay heridas que no se sanan. Se escuchan, se sienten y se conviven.
Esto de sanar a veces pareciera no tener final. pero ¿quién te dijo que hay un final? No se trata de llegar, si no de en quién te conviertes desde tu verdad.
Si bien puede haber o existir un trabajo profundo y quirúrgico, una etapa de recuperación y reposo, hay heridas que no se recuperan al 100. Y por mucho que estés sanando a veces el entorno no ayuda.
“Otra vez, si yo pensé que ya lo había sanado”.
Querida, eso no significa que no has sanado, al contrario, significa que esa herida se está transformando. Es como si la misma herida te pusiera a prueba para ver cómo la tratas, cómo reaccionas, cómo la ves y la sientes. Qué lugar le das. Es un acto de amor que hace cada tanto para recordarte lo que has aprendido, de dónde vienes, quién eres, en quién te estás transformando y hacia dónde quieres ir.
La herida es una constante oportunidad para regresar a ti.
~Mon