Donde antes había verano ahora se esconde el sol, donde ahora es invierno antes había calor.
Duele ver sufrir a personas que no lo merecen, que alguien apague su luz cuando fue esa misma luz que acompañó durante la oscuridad, dio calor en los momentos fríos y difíciles de olvidar.
Duele ver el dolor ajeno y no poder hacer más que acompañar y escuchar. Abrazar cuando la otra persona lo pide a gritos y no es capaz de pedirlo, compartir lágrimas como cuando se junta el mar y el rio.
Duele ver jodidos los corazones por personas que prefieren hacer daño que hacerse cargo de ellas mismas, de su pasado, de su historia y de sus heridas.
Duele no poder hacer mucho porque no somos sanadores de nadie, más que de nosotros mismos, pero siempre hay algo en lo que podemos ayudar.
Duele el dolor que nos provocan los demás pero duele más ver la realidad. Aceptar que la persona que pensábamos conocer ha cambiado tanto que no la reconozcamos más.
Duele quitarse la venda de los ojos para poder ver la verdad. Duele ver que el dolor que sentimos es necesario para construir una mejor versión y que quienes nos hicieron daño no van a poder disfrutarla.
Hoy duele pero no todo es permanente, y cuando el tiempo necesario pase vas a disfrutar y a agradecer de todo lo que te llevó al lugar donde te encontrarás mañana.