“La sanación no significa que el daño nunca existió, sino que aquello que nos dañó, no controla más nuestras vidas”.
Ricardo Rocha
Habité mi vida y mi cuerpo durante muchos años desde la tristeza. Sufrí por lo que a mi corta edad me había ocurrido, y solo podía hacerme una pregunta: ¿Por qué a mí?
Me refugié en Dios pero debo confesarte que también le reclamé, lo cuestioné y me enoje con él, así como con todas las personas a mi alrededor. Me enojé conmigo misma por no saber qué hacer con todo lo que sentía.
Vivía irritada con el mundo, con la vida y con mis seres queridos que no me “reconocían”, pero sobre todo vivía irritada conmigo.
Buscaba cómo llenar el vacío que habían dejado las ausencias físicas y emocionales. Buscaba un amor que me rescatara de mi propio dolor y de mi sufrimiento. Buscaba abrazos que no sabía donde encontrar. Buscaba siempre qué hacer y a dónde ir para no estar sola y para no enfrentarme a mí misma. Buscaba constantemente escapar. Huir de mí.
Me refugié en la escritura porque mi corazón necesitaba sacar, de alguna manera, todo lo que sentía y no sabía dónde acomodarlo. En una pluma y en hojas en blanco encontré refugio y contención.
Escribía sin parar, dejaba que mi mano fuera descifrando lo que pasaba por mi corazón y mi mente en ese momento, muchas veces salía con llanto. Yo solamente quería dejar de sentir la tristeza, el dolor, el enojo. Yo solo quería ser feliz.
Me di cuenta de que estaba corriendo hacia el lado contrario que mi corazón me decía. Estaba viviendo, siendo y tomando decisiones desde mi versión chiquita: mi niña.
Quería sentirme amada, completa, sana, viva, escuchada. Suficiente, libre, valorada, poderosa, madura y conectada.
Para cambiar mi vida, mi presente, tenía que revisitar el pasado, esa historia que me construyó; para así mirarla a los ojos y resignificarla. Necesitaba abrazar a esa niña llorona, sensible y solitaria, a esa niña que sufría sin saber por qué.
Las palabras me han construido sin juzgarme. El papel ha sido un espejo en el que he podido encontrarme.
Hoy mi niña interior está más presente que nunca. A través de la escritura he aprendido a dialogar con ella, a explicarle con amor y paciencia el por qué de ciertas decisiones, a darle su espacio y su lugar para que cada día comprenda que está a salvo y está segura. Ahora soy yo la mujer responsable y adulta que trabaja por sus sueños, y también le agradezco por confiar en mi. Hoy mi versión chiquita se siente contenta de tenerme a mí.
Hace varios años que la escritura me ha acompañado. Ha sido hogar de todas mis emociones, pensamientos y sentires, así como de todos mis sueños.
Sanar a la Monse chiquita que aún vive en mí es un proceso que todavía estoy recorriendo, y no lo estaría llevando de manera tan mágica sin la ayuda de la escritura y el journaling.
El sábado pasado mi niña chiquita estuvo muy contenta al seguir haciendo realidad sus sueños: dar talleres. En la edición de abril, 10 mujeres valientes nos atrevimos a escribir para sanar, abrazar y apapachar a nuestra niña interior.
Gracias Karen, Fátima, Itzel, Saraí, Valeria, Yesenia, Sara, Ana Karen y a Clara por atreverse a escuchar a su corazón y regalarse este espacio, y por confiar en mí. ❤️🩹