Necesito recordar pero no con la mente, sino con el corazón, con el alma y con mi cuerpo.
¿Qué necesito?
¿Cómo me recupero?
¿Cómo me rescato?
¿Cómo me lleno de amor?
¿Cómo me nutro?
¿Cómo me alimento?
¿Realmente quiero la vida que he soñado?
¿De verdad quiero sostener el vacío y la incertidumbre de mis sueños?
¿De verdad quiero continuar?
¿Cómo regresar a la vida después de tantas muertes internas que parecen ser las mismas?
¿Qué quiero?
¿Quién soy?
Estas preguntas son parte de una de las varias olas emocionales por las que he pasado en los últimos dos años. Un proceso que empezó con un salto de fe hacia dentro.
Si me lees desde hace tiempo, sabrás que la escritura ha sido una parte muy importante y significativa para mí. Ha sido mi fiel compañera. Y es que, en cualquier proceso o etapa de la vida, es válido dudar: dudar de lo que estás haciendo, de tu claridad, de tu dirección… incluso del progreso que has tenido.
Hace dos años, cuando renuncié a mi último trabajo y decidí emprender, creía que mi camino tenía que recorrerlo sola. De hecho, así fue como empecé a dar talleres de escritura.
Poco tiempo después (muy poco), se presentó una oportunidad: una invitación, un regalo del universo. La acepté sin imaginar lo que me deparaba. No sabía qué iba a pasar, ni cómo, ni cuándo. En ese momento, mi prioridad eran los talleres, pero ante este nuevo panorama me sentía dividida. Sentía que tenía que elegir, y eso me incomodó un montón. Sin embargo, algo dentro de mí susurraba que debía continuar.
La escritura me ha acompañado a transitar mis resistencias y a comprenderme mejor. Ha sido una forma de conversar conmigo desde diferentes vertientes, un espacio íntimo para sentarme con mis emociones… sin permitirles tomar decisiones por mí.
Cuando me rendí al gran regalo que la vida me estaba entregando, comencé a comprender que estaba viviendo eso que, años atrás, había escrito y visualizado. El único detalle es que no se veía como lo había imaginado. La forma era distinta, pero la esencia correspondía. Y eso para mi, valía.
Si me preguntas cuál es mi propósito, no podría responderlo en una frase corta ni explicarlo de manera literal. Justo este gran “sí” me ha enseñado que muchas veces no sabes qué es, ni cómo expresarlo o ponerlo en palabras… pero se siente y eso es señal suficiente y un indicador potente de que vas por buen camino: al camino que ya te pertenece.
Y aunque he tenido que ir ajustando y recalculando, hoy los talleres se están acomodando y encontrando un espacio, les agradezco profundamente por rescatarme, porque fueron la antorcha que me guiaron a un nuevo camino y me abrieron la puerta hacia la vida que podía construir.
Mi mayor inseguridad puede ser mi mayor herramienta de conexión.
Si tú también estás en un momento de transición, de búsqueda, de pausa o simplemente necesitas reconectar contigo misma, te invito a ser parte de Círculo Creactivo.
Un espacio para bajar el volumen del mundo exterior y volver a escucharte.
Para recuperar claridad, dirección y un sentido de progreso que se sienta tuyo, no impuesto. Para escribirte, sostenerte y recordarte quién eres cuando todo afuera hace ruido.
Nos encontramos ahí :)
~Mon ✨