¿Pero qué tengo que hacer? fue la pregunta que hice ante la inseguridad, la duda y la presión de esas decisiones que sabes que tienes que tomar y que entre más “te tardes” queda menos tiempo. Esas decisiones que, una vez hechas, no tienen vuelta atrás y, aunque te prepares, nunca estás del todo lista para enfrentarlas. La respuesta fue simple y poderosa: NADA, solo siéntete. Al escucharla, me di cuenta de que a veces, en los espacios vacíos están las respuestas que necesitas.
La NADA es el TODO
Es común relacionar la “nada” con algo vacío, sin embargo, es en ese espacio en el que puedes encontrar una verdad poderosa. La nada te dice que la respuesta no siempre está en el hacer, sino en el silencio, en el movimiento interno, en la serenidad y en la calma que te devuelve a tu centro. Ahí, en el acto de sentir sin resistir, empiezas a redescubrirte.
La nada es una invitación a sentir, y esta invitación es difícil de aceptar cuando no sabes de qué manera hacerlo: ¿Cómo sentir lo que hemos evitado por tanto tiempo? ¿Cómo ver con amor lo que antes veíamos con enojo? ¿Cómo abrirnos a algo que nos ha causado tanto miedo?
De la soledad a la solitud
Escuché por primera vez esta palabra de
y me hizo mucho sentido porque siempre me había etiquetado como una persona que vivía mucho desde la soledad y la nostalgia, sin saber que había una manera distinta de habitar ese espacio interior.La diferencia es que la soledad es sentirse sola y anhelar la presencia de otros, en cambio, la solitud es la elección de estar sola, de encontrar en esa quietud una oportunidad de conexión y disfrutar el tiempo contigo misma. Para mí, se ha vuelto un sinónimo de autoamor.
Siempre he disfrutado de mis propios espacios y de mi tiempo, mi lado ermitaño se ha sentido cómodo en su refugio: la cueva creactiva. Pero debo admitir que hace unos años esa, ermitaña estaba marcada por una sombra de amargura. A lo largo del tiempo, y con gracias a diversas herramientas y prácticas diarias, he aprendido a resignificarme.
Crear estos espacios de verdadera solitud, donde no hay NADA ni nadie más que yo, me ha permitido habitarme por completo y explorarme en todas mis profundidades.
No puedes transformar lo que no te atreves a sentir
Algo que todo el mundo quiere pero pocos se atreven. La transformación no siempre es un cambio inmediato; es un ciclo de renacimientos y despedidas internas. Es aceptar que la vida y la muerte coexisten dentro de ti, en cada milímetro de lo que eres y de lo que decides dejar ir.
Muchas de estas muertes suceden una y otra vez; incluso, sin darnos cuenta, a veces, sin elegirlas.
Atreverse a sentir el dolor sin evadirlo ya es, en sí, una transformación. Aceptar que hay vacíos que no se llenan, huellas que no se borran y cicatrices que recuerdan de dónde vienes y quién fuiste, es un acto de valentía, de sacritud y de amor.
La transformación, también se da en la NADA, porque es en ese espacio donde puede surgir un nuevo nacimiento. Cada versión de ti que ha decidido morir abona la tierra para algo nuevo, para un TODO que se forma y te permite, poco a poco, renacer.
-Mon 🫂