El agua tiene algo que no necesita explicarse. Fluye. Siente. Habita todos los espacios sin forzarlos. No pide permisos para explorarlos. Así la poesía: un cauce para que las emociones se expresen.
La poesía es el arte de nombrar lo que a veces no sabemos decir. Es la voz del corazón cuando se vuelve río, cuando se atreve a moverse con libertad. La poesía es agua porque no tiene una sola forma. Puede ser suave, intensa.
Cuando comencé este camino de escribir y de compartir mi voz, descubrí que la poesía estaba en mí mucho antes de que yo la reconociera. Estaba en mis emociones, en mi forma de mirar la vida, en la sensibilidad que muchas veces sentí como “demasiada”... y que hoy entiendo como mi mayor fortaleza.
Escribir era —y sigue siendo— mi manera de darle cauce a todo lo que se mueve dentro de mí.
La poesía me ha enseñado a no retener las emociones, a no encerrarlas.A permitir que fluyan, que respiren, que encuentren su propia música.Porque las emociones, como el agua, si se estancan, duelen.Pero si las dejamos moverse, nos transforman, nos nutren, nos purifican. Se vuelven arte.
La poesía no exige perfección. Solo presencia. Solo verdad. Solo el valor de mojarse entera en aquello que sentimos, aunque a veces no entendamos del todo su origen.
Hoy sé que la poesía no es algo que escribo afuera de mí. Es algo que brota de adentro, como un manantial que siempre estuvo ahí, esperando que yo le abriera la puerta.
La poesía es mi mar, es mi río, es mi casa. Es mi forma de recordar que sentir es un acto de creación sagrada.
Qué bonito!! 😍